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Leyendas mexicanas

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México es uno de los países con un folclore rico, lleno de mitos y leyendas que forman parte de su cultura. Las leyendas mexicanas son una de las más famosas y reconocidas a nivel mundial. Se han conservado de generación en generación para rescatar su identidad y cultura popular. También representan un aspecto fundamental para expresar hechos inexplicables y misteriosos.

Las historias de las leyendas mexicanas han traspasado las fronteras sin distingo social. Tienen un toque de misterio, terror y acontecimientos sobrenaturales envueltos en la cultura mexicana. Las leyendas mexicanas se consideran el ingrediente principal de celebraciones como el Día de los Muertos y la celebración de Halloween.

Tienes la oportunidad de conocer más sobre la cultura mexicana a través de estas leyendas. Son elementos únicos, creativos y expresivos que ofrecen un panorama completo sobre el folclore mexicano. También te ayudarán a conectarte con tu esencia espiritual y avivar las creencias familiares. Comparte estas leyendas mexicanas con tu familia y amigos y disfruta de toda la historia envuelta.

La llorona

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo existió una mujer que, en un intento de vengarse del hombre que amaba, asesinó a sus hijos ahogándolos en un río. Inmediatamente después se arrepintió, y ante la culpa decidió suicidarse.

Desde entonces, vaga por las calles de distintas ciudades al caer la media noche, especialmente se aparece cerca de lugares donde hay agua, y repite sin cesar “¡Ay mis hijos!”. Por esto es conocida como “La Llorona”

Las raíces de esta mujer, y los motivos que la llevan a vengarse, varían de acuerdo con la versión. Así mismo hay quienes cuentan que se trata de una mujer que se aparece específicamente a hombres borrachos y a través del susto les castiga.

El árbol del vampiro

La historia cuenta que a la Guadalajara colonial llegó un hombre muy rico de Europa, quien todas las noches salía vestido de negro y con una actitud misteriosa. Se llamaba Don Jorge.

Cada que salía aparecían animales muertos, pero éstos se empezaron a convertir en humanos. La gente asustada decidió salir en busca del causante, cuando, cerca del Panteón de Belén, escucharon gritos. Era Don Jorge, atacando con la boca el cuello de un hombre.

La gente lo persiguió, pero él logró huir, así que el cura de Guadalajara lo fue a buscar a su hacienda, para hacerle un exorcismo. El vampiro juró vengarse de todos, cuando alguien le clavó una estaca en el pecho.

Al morir, lo enterraron en el mismo Panteón de Belén. Pero lo extraño sucedió cuando un árbol empezó a crecer justo por encima de la lápida de Don Jorge, misma que se rompió. La leyenda dice que el día que el árbol sea derrumbado o que las raíces rompan por completo la lápida, Don Jorge, el vampiro, regresará a llevar a cabo su venganza.

Popocatépetl y el Iztaccíhuatl

En el centro de México existen dos volcanes que se llaman Popocatépetl e Iztaccíhuatl, tal como habían sido nombrados un guerrero azteca, y la hija de uno de los jefes, respectivamente. Popocatépetl tuvo que ir a la guerra, pero le prometió a Iztaccíhuatl que volvería tan pronto como fuera posible.

No obstante, otro guerrero que los había escuchado y también se encontraba enamorado de la hija de jefe, le hizo saber a Iztaccíhuatl que Popocatépetl había muerto en combate, aunque esto no había ocurrido. Fue tanta la tristeza que Iztaccíhuatl decidió quitarse la vida, y cuando Popocatépetl regresó y no encontró a su amada, hizo lo mismo. En un signo de estremecimiento, los dioses decidieron reunirlos de nuevo en la forma de dos grandes volcanes.

La calle de la mujer quemada

Durante la época de la colonia una familia española llegó a la Nueva España. La hija del matrimonio, una joven de 20 años, inmediatamente atrajo a todos los hombres adinerados, quienes querían desposarla. Pero fue un marqués italiano quien se decidió a conquistarla.

Todos los días posó bajo su balcón, retando a duelo a cualquier hombre que la quisiera. Cada mañana aparecían los cuerpos sin vida de transeúntes inocentes que se atrevían a pasar por su ventana. Acongojada por ocasionar estas muertes, la joven decidió desfigurarse la cara.

Acercó el rostro al carbón encendido, borrando así todo rastro de su belleza. Sin embargo, el marqués continuó con su propuesta, pues aseguró que la amaba por su interior.

Conmovida, la joven aceptó ser su esposa. Pasó el resto de su vida escondiendo su cara con un velo negro; la calle de su balcón fue renombrada en su honor.

La planchada

Mucho tiempo atrás, en el hospital Juárez de la Ciudad de México trabajaba Eulalia, una amable y paciente enfermera. Todos la reconocían por su buena actitud, sus cuidados y su ropa impecable y siempre bien planchada.

En el hospital se enamoró de un doctor, con quien prometió casarse; sin embargo, él nunca le dijo que ya estaba comprometido. Tras la decepción, Eulalia enfermó, descuidó a sus pacientes y finalmente murió.

Miles de dolientes de la ciudad han asegurado haber sido atendidos por la enfermera, quien ahora vaga por el hospital como alma en pena, cuidando de los pacientes que la necesiten.

El callejón del beso

Esta leyenda, típica de la ciudad de Guanajuato, cuenta que un padre receloso había separado a su hija Carmen de su enamorado. A tal punto le disgustaba el vínculo amoroso, que le prometió casarla con otro hombre, más rico y prestigioso, que vivía fuera de país.

Antes de cumplir con ello, encerró a la hija en una de las típicas casas de la ciudad, que se caracterizan por encontrarse en alto y una muy cerca de la otra, divididas únicamente por un pequeño callejón.

Para fortuna de los enamorados, la ventana de la habitación de Carmen colindaba con la de una casa en venta, que fue rápidamente adquirida por el enamorado, como única solución para su reencuentro. Así los enamorados pudieron estar juntos nuevamente.

Pero, poco después, fueron descubiertos por el padre, quien presa de la furia, clavó una navaja en el pecho de su hija. Su amado solo pudo darle un beso de despedida. Desde entonces, este callejón ha sido bautizado como el callejón de beso, y es tradición para las parejas que lo atraviesan besarse ahí mismo.

El fantasma de la monja

María de Ávila, quien vivió en el siglo XVI, se enamoró de un mestizo de apellido Arrutia, quien quería casarse con ella por su dinero y status social.

Los hermanos de María, Daniel y Alfonso se enteraron de lo que estaba pasando y se opusieron rotundamente a que ese matrimonio se llevara a cabo, así que le prohibieron a Arrutia ver a María. Al principio él se negó, pero los hermanos le ofrecieron mucho dinero que él aceptó para marcharse.

Se fue sin dejar ninguna explicación a María, quien cayó en una profunda depresión. Dos años estuvo así, hasta que sus hermanos decidieron enclaustrarla en el Antiguo Convento de la Concepción, donde se la pasaba rezando y pidiendo por él.

Un día, no pudo más con el dolor y se ahorcó en un árbol de duraznos en el patio del convento. La enterraron allí mismo y un mes después de su muerte, su fantasma empezó a aparecer por las noches, reflejándose en las aguas del convento cuando alguna de las novicias o monjas se veía el rostro. Desde entonces se prohibió la salida de cualquiera de ellas al jardín cuando anocheciera.

La leyenda cuenta que como no podía soportar estar sin su amado, ya muerta salió a buscarlo y lo mató para estar con él, aunque sea en el más allá.

El charro negro

Esta leyenda cuenta que, en las noches, junto a los caminos en los pueblos, suele aparecerse un hombre vestido de charro montado sobre un bello caballo negro. Si se es amable con él y se le permite que te acompañe a tu casa, este te dejará en paz y continuará su camino.

Sin embargo, en una ocasión Adela, una joven despreocupada, se lo encontró mientras vagaba. Para aligerar el paso, le pidió al hombre que la subiera al caballo. Cuando se montó, el caballo aumentó su tamaño y se prendió en llamas; el charro desveló su identidad: se trataba del diablo.

Al escuchar los gritos de la joven, los vecinos salieron, pero no pudieron hacer nada y la vieron quemarse ante sus ojos. Ella ahora era propiedad del diablo, quien se la llevó mientras ardía.

La Mulata de Córdoba

Esta fue una mujer condenada a la hoguera por el Santo Oficio, cerca de la costa al este de México. Se le atribuía el poder de la eterna juventud y ser la abogada de los casos imposibles, como los de obreros desempleados y mujeres solteras.

Se encontraba siempre rodeada de hombres que con facilidad se enamoraban de ella y perdían el camino de la rectitud. Ante todo lo anterior, decían que tenía pactos con el diablo y que incluso lo recibía en su propia casa.

Hasta que fue detenida por el Tribunal de la Santa Inquisición, siendo acusada de practicar la brujería y de haber llegado en un barco que no había atracado en ninguna playa.

Una noche antes de cumplir su condena y mientras se encontraba en una celda, solicitó que le llevaran un trozo de carbón, con el que dibujó un barco y pudo volar fuera de las rejas. Al llegar, los guardias sólo pudieron encontrar un olor a azufre, cuya existencia se relata hasta nuestros días.

El autobús fantasma

Una noche de lluvia un autobús transitaba por la carretera que va desde Toluca hasta Ixtapan de la Sal, pueblo mágico ubicado hacia el suroccidente de Ciudad de México.

Los pasajeros iban dormidos y el chófer intentaba mantener el control dada la gran cantidad de lluvia y lo mojado de la carretera. Al llegar a la altura de las curvas de Calderón, los frenos del autobús no respondieron y el auto salió volando a través de un barranco.

Todos los pasajeros murieron; los que no fallecieron como consecuencia del impacto, murieron abrasados por las llamas.

La leyenda del autobús fantasma hace referencia a este hecho, e indica que por dicha carretera suele circular un autobús de muy vieja data, lleno de pasajeros que no dicen una palabra y que están finamente vestidos.

Según la leyenda, este autobús se detiene ante el pedido de pasajeros regulares. Cuando los pasajeros que recogió llegan a su destino, el chófer del autobús les pide que se bajen sin mirar atrás. Se dice que quien obedece esta petición solo escuchará el autobús alejarse, aunque no será posible verlo de nuevo.

En cambio, quienes no hacen caso y miran atrás, a pesar de la petición del chófer, el escenario que verán los pasajeros será un autobús lleno de los cuerpos maltratados de quienes perecieron en dicho autobús, y ya no será posible bajar de este nunca más.

El callejón del muerto

Esta leyenda cuenta que en la ciudad de Oaxaca, al sur de México, un hombre cuya tarea era encender las lámparas de aceite de la ciudad, fue asesinado ahí mismo. Había concluido su labor, pero enseguida se percató de que faltaba encender una, por lo que volvió justo antes de volver a casa.

Murió misteriosamente y, desde entonces, dice la leyenda que su alma se aparece después de las 9 de la noche, para recorrer el callejón de las lámparas de aceite. Esta es una de las leyendas de México con unos orígenes más recientes, pero no por eso deja de formar parte de la cultura popular de la región.

La isla de las muñecas

En Xochimilco, una de las delegaciones de la Ciudad de México donde se encuentra un gran lago con numerosas trajineras, se cuenta que un hombre llamado Julián Santana recolectaba muñecas abandonadas.

El hombre vivía en una de estas trajineras, y la razón por la que juntaba las figuras era para ahuyentar a los espíritus de lago. Específicamente, Don Julián ofrecía estas muñecas en símbolo de paz para ahuyentar el espíritu de una niña que murió ahogada ahí mismo.

Actualmente existe una pequeña isla con las muñecas recolectadas por Don Julián en los canales de Xochimilco, y dicen que el alma de este hombre vuelve constantemente para cuidarlas. De esta manera, esta leyenda mexicana ha dado paso a una leyenda urbana cuya realidad transcurre en el tiempo presente.

La mano de la reja

Se cuenta que, en la ciudad de Morelia, en la calzada de San Diego, existe una casa donde llegó a vivir Don Juan Núñez de Castro con su esposa Doña Margarita Estrada y su única hija, Leonor, pero sólo de Don Juan, pues Margarita era su segunda esposa. Mujer que constantemente humillaba a Leonor, quien tenía una belleza inigualable.

Un día, a Morelia, entonces Valladolid, llegó un noble de la corte del Virrey, quien en un paseo conoció a Leonor y se enamoró, pidiéndole permiso para cortejarla. Ella aceptó y se vieron en una ventanilla del sótano de la casa, donde Leonor dormía porque su madrastra no quería que mostrara su belleza en ningún lugar.

Así pasaron los días de romance, hasta que Doña Margarita los encontró y cerró toda ventana, dejándolos sin comunicación. Pero él no sabía qué había pasado porque tuvo que salir corriendo a asuntos del reino. Nadie sabía que Leonor estaba prisionera. Los días pasaron y ella seguía encerrada.

Buscando comida para mantenerse para su amado, sacaba una mano por la ventanilla para implorar limosna. La gente ya rumoraba de la mano que salía por la reja, pero Doña Margarita se había encargado de disipar los rumores.

El enamorado, después de un largo viaje, regresó buscando a Leonor. Cuando llegó a su casa, se encontró con el padre, quien la mandó a buscar. Fue allí cuando la encontraron muerta. Su gran amor, le dio sepultura vestida de novia y tanto Doña Margarita, como su padre y los criados, fueron enviados a prisión.

Se dice que ahora, en la reja del sótano se ve una mano pálida y descarnada que implora por caridad diciendo: “Un pedazo de pan por el amor de Dios”.

El hospital fantasmal

Esta leyenda hace referencia a un viejo hospital que ya no existe y que se ubicaba en Morelia, en el estado de Michoacán.

Se dice que en ese hospital tuvieron lugar diversos episodios llenos de dolor y sufrimiento, y la leyenda indica que todas las noches pueden escucharse allí los gritos de las personas que allí perecieron o que vivieron el desarrollo de una enfermedad.

En el imaginario colectivo hay información de un caso concreto relacionado con este hospital. Se trató de una mujer que recibió allí un trasplante de riñón. Por mala fortuna, el cuerpo de la mujer rechazó el riñón, por lo que esta perdió los estribos y se lanzó por una de las ventanas del hospital.

Una de las historias asociadas a este hospital, es que es posible ver a dicha mujer asomada a la ventana por la cual años antes se lanzó.

El callejón del diablo

Ubicado en la Ciudad de México, cuentan que en este callejón se aparece el mismísimo diablo. Un hombre escéptico decidió comprobar tal historia, con lo que se animó una noche a caminar por ahí. Se trataba de un lugar sombrío donde se encontraban algunos árboles.

Cuando no llevaba ni la mitad del camino se detuvo, ya que creyó haber visto una sombra detrás de un árbol. Enseguida continuó andando, y cuentan que la sombra se le acercó, tomando la forma de un hombre que reía intensamente. El hombre antes escéptico salió corriendo, pero comenzó a sentir que el suelo se hundía y le atrapaba con fuerza para impedir su huida.

No obstante, logró escapar y transmitir su encuentro con el diablo a quienes se encontró por el camino. En otras versiones se cuenta que la aparición fue hacia un hombre borracho y que, para evitarla, es necesario depositar diariamente joyas y ofrendas bajo el árbol donde se aparece.

La piedra negra

Dos ambiciosos amigos Misael Galán y Gildardo Higinio, decidieron que querían hacerse ricos y fueron en busca de una mina, que se encontraba por la cordillera que separa al municipio de Vetagrande de la capital Zacatecana.

Durante cinco días buscaron, hasta que encontraron una cueva de aspecto extraño, a la que se acercaron y donde hallaron una roca brillante semienterrada. Lo que les llamó la atención y se pusieron a escarbar cerca de ella, pues pensaban que era oro.

Lograron sacar la roca y se acostaron a descansar. Al día siguiente, los jóvenes fueron encontrados muertos. El acta de defunción dice que perdieron la vida en una riña entre ellos mismo. Se cuenta que fue la ambición la que acabó con ellos, porque al final la piedra no tenía ningún valor.

La gente cuenta que quien se encuentra con ella, se vuelve agresivo y ataca sin razón aparente. Y es que la piedra servía para afilar cuchillos, lo que muchos hicieron, antes de transformarse en seres violentos.

Ante la caótica situación, se decidió que la roca fuera llevada lejos del alcance humano, justo en lo alto de un muro posterior de la catedral Zacatecas, debajo de la campana chica.

El columpio del demonio

La presente leyenda se sitúa en el municipio de Tecozautla, ubicado en el estado de Hidalgo y muy cerca del estado de Querétaro.

Se dice que para llegar a la carretera principal de la zona es necesario pasar por un camino en el que, según los pobladores de Tecozautlza, siempre hay ruidos extraños y estremecedores.

Existe una anécdota concreta relacionada con un evento que sucedió en esta zona. Resulta que dos jóvenes caminaron de noche por ese camino, tan temido por el público en general. Al llegar a unas colinas, vieron que entre estas había un columpio, y un hombre estaba sentado sobre este columpio, meciéndose.

Según la leyenda, este hombre tenía un aspecto particular: era muy blanco y delgado, y cada vez que se mecía gritaba de forma aterradora, aunque en su rostro estaba congelada una sonrisa.

Los jóvenes estaban por salir corriendo cuando vieron que detrás del hombre apareció una figura fantasmal de color negro, lo abrazó y ambos se encendieron en llamas. Se consumieron por completo, pues debajo del columpio nada más quedaron las cenizas.

La explicación que dan las personas del pueblo es que ese hombre había vendido su alma al diablo hace mucho tiempo, y que el diablo solo esperaba tener testigos para, finalmente, tomar también el cuerpo del hombre condenado.

La mujer lechuza

La lechuza es una bruja que, según el folklore mexicano, vendió su alma al diablo para poder tener la capacidad de transformarse en una fuerte y enorme ave del tamaño de una persona adulta.

Sanguinaria como ninguna, al llegar el atardecer merodea volando cerca de persona sobre todo niños, a los que raptar para sacrificar en sus rituales de ocultismo.

Son muchos los que aseguran haberla visto en la noche sobrevolando sus tejados, dejando incluso arañazos en sus puertas o ventanas en señal de advertencia.

Mano peluda

Se dice que a comienzos de los años 1900 vivía en Puebla un hombre de apellido Horta. Él era dueño de un monte pío.

Los montes píos eran una especie de fondos de dinero recolectado a través de contribuciones o descuentos realizados a personas que formaban parte de una organización, para que sirvieran como soporte dirigido al uso de las esposas y los hijos en caso de que el hombre falleciese.

Resulta que el señor Horta se caracterizaba por ser muy codicioso y de mal proceder. Era muy mal visto en el pueblo y muchas personas le deseaban cosas malas. Había un deseo común, que proclamaban todos los que pasaban cerca del establecimiento, y era que esperaban que Dios le secara la mano.

La leyenda dice que, eventualmente, esto ocurrió, dado que una vez que el señor Horta murió, su mano se ennegreció y se puso muy rígida, le creció una superficie de pelo en el dorso y los anillos que siempre usaba terminaron incorporándose a su piel.

Es esta mano la protagonista de la leyenda, pues distintas personas juran haber visto una mano peluda que sale de la tumba del señor Horta, sin estar unida a ningún cuerpo, y se desplaza buscando a quién hacerle daño.

Las pastoras de piedra

Esta leyenda mexicana proviene de Teloloapan. Nos cuenta que hace muchos años, dos pastoras se unieron a un grupo de peregrinos que, a partir de haber realizado promesas al Señor de Chalma, se desplazaban a su hermita caminando durante varios días, para rendirle tributo.

Pero llegado cierto punto del trayecto, las pastoras comunicaron al resto que estaban agotadas, y que se arrepentían de haber prometido ir a Chalma, de modo que esperarían allí a que el colectivo de peregrinos regresase en su camino de vuelta. Sin embargo, al empezar a caminar de nuevo, estos últimos echaron la vista atrás y en vez de divisar a las pastoras, vieron dos rocas con forma de mujer.

La leyenda de la lámpara

Cuenta la leyenda que todo esto ocurrió en la Costa Grande de Guerrero. Una mujer había juntado sus monedas de oro para visitar al papa en el Vaticano. En ese entonces, no había muchos transportes y la mujer tenía que caminar por la orilla de la playa hasta llegar a Acapulco; tardaría un día y medio.

El día de su partida llegó y a las 4 de la mañana, sin luna en el cielo, salió guiándose por la espuma del mar y una lámpara de petróleo. Pero nada de lo que había planeado resultó, porque cuando iba caminando, unos hombres la atracaron, la robaron y la mataron.

La mujer no logró su cometido y se dice que ahora se pasea por la costa con su lámpara. Esto ocurrió entre Carrizal y Mitla.

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